Quiero ir al pediatra

Hoy me he despertado con el rabito cruzado. Eso dicen mis hermanos cuando me ven enfurruñada (“tienes el rabito cruzado, Bolita!)  Siempre me pongo inquieta cuando me toca ir a la veterinaria (lo siento, Raquel, pero es la verdad, aunque no es por ti, te lo prometo!) No entiendo ese empeño repetitivo y mensual de hacerme la paticura (mani-pedicura en todas mis extremidades), mirarme la boca y apretarme el culete. Y menos entiendo que la clínica esté siempre repleta de perros y gatos enormes que no tienen otra fijación que la de poner sus hocicos gigantes a 2 centímetros de mi cara o de mi trasero.

De nada sirve que le pida a mi mami que me lleve al veterinario de mis hermanos pequeños (mi veterinaria se llama Raquel y a mis hermanos los llevan dos veterinarios diferentes, uno se llama Médico y el otro Pediatra). Mi madre es muy buena pero en eso no transige y no hay quien la saque del “No puede ser, cariño”.

La última vez que fuimos, para arrancarme una ladrisonrisa (que bien me conoces, mamita!!) me llevó a la playa, a corretear por la arena. Eso me encanta. !Me encanta! Mi mami dice que no me baja más porque está prohibido. Ella me explicó que hay personas a las que no les gustamos y otras que creen que ensuciamos la playa. Tampoco supo explicarme por qué a mi, que soy la mar de limpia, me vetan ir a pasear por la orilla del mar pero sí lo permiten a personas que dejan un rastro de suciedad, plásticos, latas, botellas y colillas.

Al cabo de un ratito jugando bajo el sol, aparecieron dos policías que se dirigieron a nosotras gesticulando y gritando (mis hermanos se partían de risa cuando se enteraron: “¡Mamà, no nos digas que han tenido el valor de cruzar la playa con uniforme y zapatos para echar a una pulga como ésta!!!”)

Al principio, al verlos allí a lo lejos, me parecieron dos pajaritos y no le hice mucho caso; pero conforme se iban acercando, al ver que no eran avecillas y que parecían estar enfadados, corrí hacia mi madre, que me tomó en brazos con toda rapidez y empezó a caminar hacia los agentes, disculpándose por estar allí conmigo.

Hoy me he levantado con el rabito cruzado, enfurruñada

De pronto, sin saber por qué, cambió la secuencia de nuestra película y los policías empezaron a correr despavoridos en dirección contraria. Al principio creí que mi madre tenía superpoderes y les había asustado pero, al momento vi pasar a Popeye como un rayo hacia ellos. Popeye es un perro-tamaño-caballo, con el que me cruzo de vez en cuando durante mis paseos y al que le caigo en gracia. Cuando pasó a mi lado, corriendo como el viento tras los policías, me dedicó una de sus sonrisas de caballo y me guiño un ojo. Desde ese día, aunque me sigue causando respeto, él también me resulta simpático. Eso hizo que me olvidase de mi visita a la veterinaria y que pasase todo el día riendo y contando nuestra aventura a todos los que querían escucharme.

A veces pienso por qué los señores agentes se empeñaba en reñirnos a mi madre y a mi y ni siquiera pidieron identificación a Popeye y a su dueño.

Hoy me he levantado con el rabo cruzado y se me está ocurriendo que, para que se me pase el disgustillo, le pediré a mi mami que me lleve a jugar a una playa donde haya perros grandes a los que les guste asustar policías (sin hacerles daño, por supuesto!!).

BOLITA